Don Omar - Taboo

22 de mayo de 2012

Cuidadores del mar

La pesca no es la cacería de un animal empleando un arma que le da total superioridad al cazador y hace de la presa una víctima con pocas posibilidades de evadir el poder de fuego de un rifle de alto calibre.

Cuando Jesús arrancó en su misión evangelizadora, tras el aislamiento que lo mantuvo 30 años dedicado a labores desconocidas, la tarea de reclutar apóstoles la inició entre pescadores.

El Mesías los convenció con facilidad. ‘Vengan a pescar prosélitos’, les dice, y ellos abandonan sus redes y demás aperos y lo siguen con total dedicación a la nueva tarea.

Entonces, como ahora, la pesca tradicional no consistía solamente en lanzar la red o el guaral con el anzuelo y lograr la captura de uno o varios peces. Cualquier pescador que se estime le pone un fervor especial a sus actos; la pesca se convierte en un toma y dame entre el que pretende conseguir un pescado y la presa que intenta evadir a su captor, bien mediante la fuerza o la habilidad.

La pesca no es la cacería de un animal empleando un arma que le da total superioridad al cazador y hace de la presa una víctima con pocas posibilidades de evadir el poder de fuego de un rifle de alto calibre.

El pescador, al menos el que practica una labor artesanal, no es un depredador, dispuesto a destruir todo cuanto pueda sacar del fondo marino. Es más bien un jardinero del mar, que poda y saca las piezas sobrantes, pero también siembra en los sitios apropiados para luego cosechar, cuando la producción arroja un saldo positivo.

El hábitat marino, por desgracia, ha sido contaminado, saqueado, explotado sin visión de futuro y muchas veces arrasado de manera absoluta y fatal. La ignorancia y la codicia han guiado los pasos de muchos inconscientes como aquellos que acabaron con los placeres de ostras de Cubagua y Margarita, hace 500 años, sin dejar nada para las generaciones posteriores.

O también como los modernos ‘empresarios’, que salen en flotas impecablemente equipadas para localizar cardúmenes a mitad del océano y acabar con una riqueza que pertenece a toda la humanidad, pero yace desprotegida.

Venero a los pescadores margariteños de todas las épocas. Son cuidadores del mar, que pescan para comer, pero procuran que las próximas generaciones no encuentren las costas yermas y depredadas.

Ellos pescan mientras le cantan al mar canciones que les nacen en el alma.

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