
El equipo internacional de
investigadores, dirigido por Matthew Bailes, de la Universidad
Swinburne de Tecnología en Melbourne (Australia), buscaba púlsares en
el cielo -un rastreo descomunal, el más grande hasta la fecha, que involucra
distintos telescopios de todo el mundo- cuando, en la constelación de la
Serpiente, a una octava parte de camino entre el centro de la galaxia y
nuestro planeta, dio con uno en particular, una inusual estrella giratoria de
pequeño tamaño -unos 20
kilómetros de diámetro, como una ciudad pequeña-, y una
masa de 1,4 veces nuestro Sol.
La estrella en cuestión gira
a una velocidad de vértigo, más de 10.000 veces por minuto -por lo
que recibe el nombre de púlsar de milisegundo-, y emite un haz de ondas de
radio que barre la Tierra
en repetidas ocasiones. Pero los astrónomos descubrieron que ese patrón, que
debía ser regular, se modificaba sistemáticamente, por lo que concluyeron que
el pequeño púlsar no estaba solo, sino que formaba parte de un sistema
binario. Las variaciones en sus emisiones estaban influidas por la fuerza gravitacional
de un planeta compañero.
Los investigadores empezaron
a recopilar pistas para descubrir la identidad de esa misteriosa compañía. En
primer lugar, el «camarada» orbita el púlsar en dos horas y diez minutos, y la
distancia entre los dos objetos es de 600.000 kilómetros ,
un poco menos que el radio del Sol. Además, debía de ser pequeño, de menos de 60.000 kilómetros
de diámetro (cinco veces el de la
Tierra ), ya que está tan cerca del púlsar que, si fuera más
grande, sería destrozado por su gravedad. Pero a pesar de su diminuto tamaño,
su masa es superior a la de Júpiter.
Los restos de una estrella
Precisamente, esta densidad
tan elevada, al menos como la del platino, es la que proporcionó a los
investigadores la pista principal sobre su origen. El equipo cree que el
planeta es todo lo que queda de una estrella masiva, que desvió hacia el púlsar
la mayor parte de su materia. De esta forma, la estrella masiva se
transformó en una enana blanca que ha perdido sus capas exteriores y el 99,9%
de su masa original. Pero, ¿cómo saben que este mundo es un «corazón» de
diamante? «Este remanente es probablemente carbono y oxígeno, debido a que
una estrella hecha de elementos más ligeros como el hidrógeno y el helio sería
demasiado grande para esa órbita», explica Michael Keith, uno de los
investigadores participantes en el estudio. La densidad significa que este
material es seguramente cristalino, es decir, una gran parte del planeta puede
ser similar a un diamante.
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