
«Este pequeño planeta estuvo
una vez activo, con volcanes de agua y una atmósfera, y ahora está helado,
muerto, con una atmósfera que poco a poco se va desvaneciendo», describe el
profesor de Astronomía planetaria Mike Brown, autor principal de la investigación.
«Blancanieves», que fue
descubierto en 2007 como parte de una tesis doctoral, orbita alrededor del Sol
en el borde del sistema solar y tiene la mitad del tamaño de Plutón, lo
que lo convierte en el quinto planeta enano por su tamaño. En ese momento, los
científicos supusieron erróneamente que se trataba de un cuerpo helado que se
había desprendido de otro planeta enano, Haumea,
y lo llamaron «Blancanieves» por su presunto color blanco.
Pronto, sin embargo, las
observaciones de seguimiento revelaron que «Blancanieves» es en realidad
uno de los objetos más rojos del sistema solar. Solo otros pocos planetas
enanos en los límites del sistema son también rojos. Estos distantes planetas
enanos son parte de un grupo de grandes cuerpos helados llamados Objetos
del Cinturón de Kuiper. Entonces, «Blancanieves», aunque es relativamente
grande, parecía no tener importancia. Solo era uno más de los 400 potenciales
planetas enanos que se encuentran entre los cientos de miles de objetos del
Cinturón de Kuiper. Pero había algo más.
El ejemplo de Quaoar
Los astrónomos utilizaron el
telescopio Magellan Baade de 6,5
metros ubicado en Chile para observar el planeta. Como
era de esperar, «Blancanieves» era rojo, pero, para su sorpresa, estaba
cubierto de agua helada. Y «el agua helada no es de color rojo», señala Brown.
El hielo es común en el exterior del sistema solar y es casi siempre blanco.
Sin embargo, hay otro planeta enano rojo y cubierto de agua helada:Quaoar,
que Brown ayudó a descubrir en 2002. Ligeramente menor que Blancanieves, Quaoar
es todavía lo suficientemente grande como para haber tenido una atmósfera
y una superficie cubierta de volcanes que arrojaban hielo derretido, que luego
se congeló a medida que fluía sobre la superficie.
Pero debido a que Quaoar no
es tan grande como planetas enanos como Plutón o Eris,
no podía retener compuestos volátiles como el metano, el monóxido de carbono o
el nitrógeno. Dos mil millones de años después de que se formara Quaoar, empezó
a perder su atmósfera en el espacio. Ahora, lo único que queda es algo de
metano. Con el tiempo, la exposición a la radiación desde el espacio transformó
el metano -que consiste en un átomo de carbón unido a cuatro átomos de
hidrogeno- en largas cadenas de hidrocarbono, que se ven de color rojo. Al
igual que el hielo que cubre el césped en una mañana fría, el metano
irradiado se asienta sobre la superficie helada de Quaoar, dándole un color
rosado.
El último suspiro de un
planeta
El espectro de
«Blancanieves» es similar al de Quaoar, lo
que sugiere que en este mundo también ha sucedido lo mismo. «Básicamente,
estamos buscando el último suspiro de Blancanieves. Desde hace 4.500 millones
de años, Blancanieves ha ido perdiendo su atmósfera y ahora solo queda un
poco».
Aunque el espectro de
Blancanieves muestra claramente la presencia de agua helada, la evidencia
de la existencia de metano aún no es definitiva. Para averiguarlo, los
astrónomos tendrán que utilizar un gran telescopio como el que se encuentra en
el Observatorio
Keck. Si resulta que «Blancanieves» tiene metano, se unirá a Quaoar como
uno de los dos planetas enanos que se sitúan en la frontera entre el puñado de
objetos suficientemente grandes como para retener compuestos volátiles y los
cuerpos más pequeños que componen la gran mayoría en el Cinturón de Kuiper.
Otra de las tareas, según
Brown, es darle al planeta enano un nombre oficial, ya que «Blancanieves»
es solo un apodo que utilizó junto a sus colegas. Además, el apodo no
tiene sentido para la descripción de un mundo muy rojo. «No sabíamos que
Blancanieves era interesante -dice el científico-, ahora sabemos que es digno
de estudio».
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