
La hibernación de los
osos resulta uno de esos milagros naturales que la ciencia apenas ha comenzado
a entender. Resulta prácticamente un enigma cómo estos enormes animales pueden
escapar del peligro cuando están adormilados durante los meses más fríos y cómo
consiguen resurgir en primavera, a pesar de tener los músculos y los huesos
debilitados.
Un nuevo estudio publicado
en BMC Physiology ha utilizado monitores cardíacos y collares que
escondían un sofisticado equipo de radio para medir los cambios durante
todo el año en el ritmo cardíaco y la actividad del oso negro salvaje
norteamericano. Los científicos se llevaron más de una sorpresa.
Estudios previos han
demostrado que durante la hibernación, el oso negro sufre variaciones extremas
en el ritmo cardíaco -arritmia sinusal respiratoria-. Aumenta su frecuencia
cardíaca cuando hace una respiración, pero se detiene durante largos períodos
entre respiraciones. En este estudio, los investigadores fueron capaces de
controlar a distancia a osos negros americanos (Ursus americanus) en
estado salvaje durante un año, 24 horas al día. Descubrieron que los osos
tienen una arritmia sinusal respiratoria pronunciada durante la hibernación y
en los meses previos a su sueño invernal. Además, son menos activos durante el
día en otoño.
Durante los meses de verano,
los osos se activan durante un máximo de 18 horas por día y su corazón puede
alcanzar los 200 latidos por minuto. Sin embargo, durante la hibernación, las
tasas de respiraciones bajan hastados por minuto y el corazón pasa 14 segundos
sin latir.
Osas preñadas
Las osas preñadas duermen
profundamente al principio del invierno, pero su ritmo cardíaco aumenta al
tiempo que se desarrolla el embarazo, con picos durante el parto. Después
de que nazcan los cachorros, la tasa de latidos de la madre regresa a los
niveles de la hibernación. Durante varias semanas después del parto, las madres
también muestran mucho menos movimiento, para que los cachorros lactantes no
sufran daños accidentales.
Según el doctor Timothy
Laske, uno de los miembros del equipo que realizó la investigación, «cuando se
recuperaron los datos, a pesar de que se intentó ser lo más silencioso posible,
las tasas de latidos del corazón de los osos aumentaron antes de que llegáramos
a la entrada de su guarida y se mantuvieron elevadas durante un número de días.
Esto confirma que, a pesar de aparentar un sueño profundo, los osos
siempre están alerta del peligro y preparados para actuar».
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