En La Asunción ejerció la secretaría de gobierno (con otro notable escritor del grupo del modernismo como gobernador, Manuel Díaz Rodríguez), fundó diarios y escribió la espléndida “Cubagua”.
Entendió el alma y las vivencias de la gente marinera. Pudo impulsar, a través de un lenguaje de gran riqueza expresiva, escrupuloso examen de nuestros hechos históricos y de los personajes que los realizaron. “Sol Interior”, “Después de Ayacucho” y “El hombre de la levita gris”, juntamente con la ya nombrada “Cubagua” y una biografía del anticuario y coleccionista Arístides Rojas marcan unos signos resplandecientes en la narrativa venezolana. Poco antes de la segunda guerra mundial escribió “La galera de Tiberio”, cuyo manuscrito lanzó a las plomizas aguas del Hudson durante un invierno neoyorkino, presa de un arrebato sentimental. El libro fue salvado, después de innúmeras correcciones hechas por propia mano del autor.
Su lectura es apasionante, y dada la sobriedad del estilo, gratifica a quien la emprenda con cariño e interés. Ahora, cuando la crisis económica se abate sobre las viejas civilizaciones europeas y, se plantea una suerte de Directorio Supremo que gobierna al mundo mediante la sofisticada tecnología de las comunicaciones y el planeta se torna una “aldea global”, el texto del escritor venezolano se revela profético. ¿No deberíamos hacer más esfuerzos para que la gente, especialmente la joven aquí en las islas se sumerja en la lectura de nuestros textos fundamentales? Tanto más cuanto que de estos textos, verdaderamente proféticos, se narra la vida de los años que estamos viviendo. Y también de los que vendrán.
La escritura de walterjosecastro@yahoo.es(1895-1964) debiese ser, hoy por hoy, de obligatoria lectura para jóvenes y viejos en las islas marineras y en todo el país. Este escritor venezolano, trabajador riguroso de un estilo cuidado, terso, y profundidad temática, vivió aquí en Margarita en la década de los años 20´del siglo pasado. En La Asunción ejerció la secretaría de gobierno (con otro notable escritor del grupo del modernismo como gobernador, Manuel Díaz Rodríguez), fundó diarios y escribió la espléndida “Cubagua”.
Entendió el alma y las vivencias de la gente marinera. Pudo impulsar, a través de un lenguaje de gran riqueza expresiva, escrupuloso examen de nuestros hechos históricos y de los personajes que los realizaron. “Sol Interior”, “Después de Ayacucho” y “El hombre de la levita gris”, juntamente con la ya nombrada “Cubagua” y una biografía del anticuario y coleccionista Arístides Rojas marcan unos signos resplandecientes en la narrativa venezolana. Poco antes de la segunda guerra mundial escribió “La galera de Tiberio”, cuyo manuscrito lanzó a las plomizas aguas del Hudson durante un invierno neoyorkino, presa de un arrebato sentimental. El libro fue salvado, después de innúmeras correcciones hechas por propia mano del autor.
Su lectura es apasionante, y dada la sobriedad del estilo, gratifica a quien la emprenda con cariño e interés. Ahora, cuando la crisis económica se abate sobre las viejas civilizaciones europeas y, se plantea una suerte de Directorio Supremo que gobierna al mundo mediante la sofisticada tecnología de las comunicaciones y el planeta se torna una “aldea global”, el texto del escritor venezolano se revela profético. ¿No deberíamos hacer más esfuerzos para que la gente, especialmente la joven aquí en las islas se sumerja en la lectura de nuestros textos fundamentales? Tanto más cuanto que de estos textos, verdaderamente proféticos, se narra la vida de los años que estamos viviendo. Y también de los que vendrán.
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