Un par de semanas antes
de la pasada Nochebuena, un grupo de astrónomos aficionados descubrió una gran
mancha blanca en Saturno. Se trataba de una gran tormenta que destacaba sobre
la brillante superficie del planeta gigante.
No era la primera vez
que se observaba algo parecido, pero esta mancha no era como las demás y llamó
de inmediato la atención de los especialistas. De hecho, a los pocos días de
ser descubierta, se comprobó que crecía de una forma inusitada, hasta
alcanzar un tamaño similar al de la Tierra. Los investigadores se dieron cuenta así
de que se encontraban ante una tormenta extraterrestre de increíbles
proporciones, quizá la mayor jamás observada en todo el Sistema Solar.
Apenas unos días después, se
decidió estudiar el extraordinario fenómeno con el mejor de los instrumentos de
que disponemos en esa remota región. Y todos los sensores y cámaras de la sonda
Cassini, que desde hace años (2004) estudia Saturno y sus satélites, se
dirigieron al hemisferio norte del gigante anillado.
Fue una feliz coincidencia
que, justo en ese momento, la
Cassini se en contrara en un punto que permitía una vista
privilegiada del acontecimiento. El 24 de diciembre de 2010, el día de
Nochebuena, llegaron las primeras imágenes.
El inmenso núcleo de la
tormenta seguía creciendo. Y al mismo tiempo se estaba formando una enorme
«cola» de nubes blancas que, ya en aquellas primeras fotografías, tenía diez
veces el tamaño de nuestro planeta. Apenas dos meses después, la larga cola
blanca había rodeado por completo Saturno.
Otras cuatro grandes manchas
blancas se habían visto con antelación en Saturno durante los últimos 130 años.
Manchas que se producen a intervalos más o menos regulares de unos treinta años
terrestres, lo que equivale a un año del planeta gigante. Se trata, al
parecer, de un fenómeno meteorológico estacional, que tiene lugar de forma
cíclica en los veranos de Saturno.
Pero la mancha de la pasada
Nochebuena no sigue ese patrón. De hecho, se ha producido demasiado pronto
(acaba de empezar la primavera en el planeta, faltan unos ocho años
terrestres para que llegue el verano) y sus dimensiones, intensidad y
poder son extraordinariamente grandes, incluso para el planeta anillado.
Un sistema tormentoso masivo
Así que desde las pasadas
navidades varios grupos de astrónomos, entre ellos el español Agustín
Sánchez-Lavega, de la
Escuela Técnica Superior de Ingenierıa de Bilbao, no han
quitado ojo a la intrigante mancha blanca. El resultado son dos artículos que
aparecen en la revista Nature.
En el primero,
Sánchez-Lavega analiza con detalle la gran mancha y explica que se trata de un
sistema tormentoso masivo, que de alguna forma aún por explicar extrae calor y
humedad de lo más profundo de la atmósfera del planeta.
En el segundo, George
Fischer, del Instituto de Investigaciones Espaciales de la Academia Austríaca
de Ciencias, demuestra que la enorme tormenta provoca continuas descargas
eléctricas de una intensidad jamás observada hasta ahora.
Cada rayo, según explica
Fischer en Nature, es unas diez mil veces más fuerte que cualquier rayo que se
produzca en la Tierra. Y ,
por si fuera poco, en el núcleo de la gran tormenta esas descargas se producen
hasta diez veces por segundo. Los investigadores creen que la violencia de
estas descargas se debe a la presencia de numerosas células tormentosas combinadas
en el enorme núcleo del sistema tormentoso, que actualmente tiene un diámetro
de cerca de 8.000 km .
Ya el pasado mes de agosto,
antes de que se detectara la gran mancha blanca, el propio Fischer consiguió,
por primera vez, obtener imágenes y sonido de una tormenta de rayos en Saturno.
El vídeo, que se hizo público en abril de este año, es el que puede verse en
esta noticia.
Como la «Gota fría» del
Mediterráneo
Pero volvamos a la gran
mancha blanca. Durante dos meses, Sánchez-Lavega y sus colegas han estudiado la
tormenta, que no ha dejado de estar activa y que afecta ya a todo el hemisferio
norte del planeta. «Se trata -afirma el científico español a ABC- de un
fenómeno parecido a las gotas frías del Mediterráneo. Hay grandes bolsas
de vapor de agua caliente en las capas bajas de la atmósfera hasta a 250 km por debajo de la
tormenta. El agua caliente sube y al chocar en la alta atmósfera con aire más
frío se condensa y forma nubes».
Estas nubes, sin embargo,
aunque contienen algo de agua, no son como las nuestras, ya que están formadas
por pequeños cristales de amoniaco. Una vez han ascendido, «los vientos
hacen el resto y las reparten por todo el planeta».
Por desgracia, ni siquiera
los instrumentos de la Cassini
son suficientes para explicar con exactitud cómo puede llegar a producirse un «monstruo
meteorológico» de estas proporciones. «No sabemos -afirma a ABC
Sánchez-Lavega- cómo es posible que la poca radiación solar que llega a Saturno
pueda penetrar tan abajo en la atmósfera del planeta y disparar esta clase de
tormentas tan grandes. Es posible que todo empiece con pequeñas tormentas que
después se unen y forman una mucho mayor, pero no lo sabemos. Los modelos que
hacemos en ordenador no producen tormentas mayores de mil km, y ésta es diez
veces más grande».
«Así que por ahora -concluye
Sánchez -Lavega- lo único que podemos hacer es seguir observando».
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